lunes, 23 de abril de 2012

Capítulo 1: Obligaciones (Si es que alguna...).

Capítulo 1: Obligaciones.

-Bienvenidos, queridos alumnos- comenzó la nueva directora-. Antes de nada, agradecerles el acudir a la escuela una semana antes del comienzo del curso. Se preguntarán por qué los mandé llamar tan pronto, pero espero recuerden que aun son prefectos de sus casas. Ahora bien, se preguntarán qué ocurrirá con la casa de Slytherin, vistos los acontecimientos de la guerra- prosiguió McGonagall con aplomo-. Antes de que se den a la especulación les diré la respuesta, su prefecto será Draco Malfoy.
La noticia cayó como una bomba en aquel despacho, dejando a los prefectos de Gryffindor, Ravenclaw y Hufflepuff prácticamente alucinados.
-Pero profesora, Malfoy es un mortifago- reprochó el prefecto de Ravenclaw, Alex Hill.
-Perdone, señor Hill, no recuerdo haberle dado permiso para hablar. Pero ya que lo ha dicho le aclararé a sus compañeros una cosa...-comenzó.
-Minerva, tranquila, yo lo explicaré, por algo fue decisión mía- la cortó uno de los retratos de la sala, haciendo que todos los presente voltearan a ver.
-¡Director Dumblendore!- exclamaron los tres prefectos a una.
-No queridos, la directora es ahora ella- dijo refiriéndose a su vieja amiga Minerva-. Pero sí, soy yo y os daré una explicación-. Guardó silencio un momento antes de continuar-, todos sabéis las inclinaciones oscuras de la familia Malfoy, pero también es bien sabido que Draco ingresó a los mortifagos por obligación y que su padre permaneció en ella por el mismo motivo. Ciertamente- prosiguió-, hasta que el ministerio no juzgue a todos los implicados perteneciente a Hogwarts estos seguirán siendo bienvenidos en este colegio, siempre y cuando no incumplan ninguna norma y todos permanecerán en sus respectivas casas y con sus respectivas obligaciones, incluido el señor Malfoy. Es por ello que les necesitaba hoy aquí. Este año serán más que necesarios que nunca, queridos, el motivo es que después de una guerra las heridas están aun demasiado abiertas y el rencor es un fiel compañero, por ello no debemos olvidar que nosotros no somos encargados de impartir justicia y que debemos ser juiciosos y ayudar a quienes lo necesiten, olvidando por completo sus inclinaciones oscuras del pasado. Además, este año solo habrá un prefecto por casa. Confiamos en ustedes, pero es cierto que muchos alumnos no se mostraran tan juiciosos con un prefecto marcado por la sociedad, por ello he de pedirles otro favor, el cual consistirá en que no podrán dormir en sus casas, se les proporcionará una sala común para prefectos y dos dormitorios con baños, además de que asistirán a clases separadas del resto de alumnos, compartiendo con ellos tan solo las horas de la comida, los partidos y por supuesto los exámenes- dijo el difunto director, dejando a sus alumnos algo confusos-. Sé que es pedir demasiado, pero espero que piensen en el bien de ello, dejándoles más tiempo para sus obligaciones de prefectos, la cuales consistirán en vigilar los pasillos para evitar que los alumnos hagan cosas indebidas, ayudar a profesores, dar clases de apoyo a alumnos de menor edad, responsabilizarse de los actos de sus compañeros y por último, siendo justos a la hora de tomar decisiones que afecten a los alumnos-. Otro espacio de silencio, el cual era obviamente para preguntas, pero estaban tan confusos que ni eso...- Ahora pueden ir a fuera, dónde Filch los espera para llevarlos a la nueva sala, en dónde ya están sus pertenencias.
Los tres prefectos se levantaron de sus sillas, pero lo hicieron prácticamente como autómatas, teniendo la cabeza aun intentando aceptar todo lo dicho en el despacho.
-Por favor, señorita Granger, permanezca en el despacho- dijo la directora, la cual no se había pronunciado aun desde el discurso de su viejo y añorado amigo-. A usted aun le debo pedir dos favores- continuó una vez que el resto de alumnos habían abandonado la sala.
-Claro, directora McGonagall.
-Usted sabe bien que Draco Malfoy a cometido errores, pero que su madre y él han salvado al señor Potter ¿Verdad? Incluso puede que a todos.
-Soy consciente de ello, directora- contestó Hermione muy a su pesar.
-Pues bien, para que el señor Malfoy pueda ir por el castillo sin ser linchado por sus compañeros he de pedirle que realice todas las semanas una poción que lo transforme en alguien distinto a los ojos de todos, la cual él deberá beber todos los días. Sé que es mucho pedir, pero siendo prefecta y además siendo la mejor alumna en pociones espero lo entienda...-siguió antes de ser interrumpida.
-¿No puede preparársela un profesor?- dijo Hermione dejando salir una nota de amargura.
-Señorita Granger, ustedes, el señor Malfoy y yo somos los únicos que sabemos de esto, es más, el hecho de que el señor Malfoy tome la poción solo lo sabemos nosotras y él por su seguridad. Además, al compartir dependencias usted podrá facilitársela de forma más sencilla.
-Si es así, haré mi mejor esfuerzo por realizar la poción, directora McGonagall.
-El otro favor es que me gustaría que fuera usted, prefecta de Gryffindor, alumna de séptimo año, una de las mejores alumnas y además, una de las heroínas que esta triste guerra a dejado quien diera la bienvenida a los alumnos y un pequeño discurso.
Hermione quedó en silencio, aquello era una gran responsabilidad y un gran honor, pero aun así tuvo que pensarlo seriamente, por ello la directora le dio cinco días para recapacitar, dándole la noticia que su compañero, Malfoy, llegaría al día siguiente en la noche y dándole un pergamino con las instrucciones de la poción, añadiendo que si necesitaba algún componente lo tomara sin dudar de la sala perteneciente al profesor de Pociones. Y dándole vueltas al asunto bajó por las escaleras de la gárgola, todo aquello era demasiado para su ya atormentada mente... Habían pasado apenas cuatro meses desde que la batalla con Voldemort terminara, pero aun la guerra no había terminado y todos lo sabían. Todavía, al amparo de la noche, los seguidores de Voldemort más adeptos causaban el caos, mientras que los desertores, huían y se ocultaban a cualquier costa. Y sin embargo, aquella situación parecía tan lejana... demasiado, porque aunque su mente intentara olvidar como defensa para su cordura, ella sabía que aquello había ocurrido hacía solo unos meses, que compañeros de clase durante años, amigos, habían caído en el fragor de la batalla y por lo mismo, aquel escalofrío de dolor seguiría repitiéndose una y otra y otra vez durante el resto de su vida.
La noche era cálida y oscura, había luna nueva y tras todo lo acontecido aquel día, había olvidado preguntar dónde estaba su nuevo dormitorio, por lo que, en su cansancio decidió “buscar” el aula de menesteres y dormir en ella hasta la mañana. Pero como siempre que buscas algo con ansias, esto suele evitarte dejándote al borde de la más absurda desesperación, así que ya avanzada la noche y totalmente derrotada, entró en la biblioteca y tomó un libro sobre leyendas y profecías que había sobre una mesa y comenzó a ojearlo, cayendo dormida sobre el mismo pasados unos minutos.

-¿Dónde te metiste anoche Hermione?- preguntó la prefecta de Hufflepuff, Tina King.
-En la biblioteca, estuve leyendo hasta tarde sobre profecías...-contestó la joven mientras removía su pastel de carne en el plato.
-¿Y algo interesante? La verdad, creo que esa asignatura es absurda...- comenzó a comentar Alex Hill.
-Sinceramente, no. Pienso igual que tú, imagina la tontería que dice que todos los magos y brujas nacemos con una profecía referente a nosotros, la cual el ministerio guarda para en un futuro poder usarla o bien a nuestro favor o bien en nuestra contra... ¡Ridículo!- contestó la Gryffindor.
Entonces escucharon claramente como la puerta principal de Hogwarts se abría, cosa que si todos los alumnos estuvieran jamás hubiese sido audible, pero que allí, los tres sentados solos en el gran comedor pudieron escuchar claramente, al igual que los pasos que iban por el pasillo de forma rápida, dos personas hablando y antes de que alguno pudiera pensar, estaban asomados al pasillo observando como la directora McGonagall abrazaba suavemente a un joven alto de rubios cabellos, el cual si bien no devolvía el gesto, no parecía muy reacio a él. Los tres prefectos estaban tan ensimismados que casi se desploman cuando el joven les miró con aquella mirada fría, cargada de odio, un odio tan grande y poderoso, que ocultaba a las mil maravillas el dolor de aquellos ojos del color de la tormenta que había en el interior de su alma.
Hermione tuvo que morderse la lengua para no soltar algo inoportuno en aquel momento, porque fuera lo que fuera que saliera de sus labios en aquel momento, no hubiese venido a cuento. Draco tampoco habló a ninguno de los presentes, tan solo asintió a la directora a modo de despedida y por la misma puerta por la que entró salió al patio y luego se perdió por el puente. Hermione no sabía bien si el joven corría disimuladamente o simplemente todos estaban demasiado concentrados como para que el transcurso del reloj les importara, seguramente, sería lo segundo.
-Ya es tarde queridos, deberían volver a sus dormitorios- comentó la directora dirigiéndose a su despacho y sacando de sus pensamientos a los jóvenes que asintieron sonrojados y se pusieron en marcha.
Los pasillo estaban en penumbra, nadie se molestaba en iluminar el colegio cuando apenas eran seis las personas que permanecían dentro en aquellos momentos, aunque poco faltaba para que el resto de profesores fueran llegando y en pocos días sus compañeros en el Hogwarts Express. Las escaleras seguían cambiando a placer, pero ellos, tres alumnos de séptimo año ya no se sorprendían de los cambios de estás y predecían sus movimientos, llegando a su sala común en un suspiro y tomando asiento para degustar algunos dulces que Tina había traído de una nueva tienda en el Callejón Diagón.
-Alex- murmuró la castaña tras tragar una grajea de sabor a moho.
-¿Si, Hermione?
-Necesitaría que le dieras un mensaje a Malfoy- dijo evitando mirar los ojos de sus compañeros, sabiendo que ambos sentían un desprecio considerable por el mencionado.
-No necesitas que nadie me dé ningún mensaje, dímelo a mi en persona, Granger- escupió el aludido con tanto odio que los presentes en la estancia, cuadros incluidos, sintieron un escalofrío. Pero ella, toda una Gryffindor no tenía miedo de una estúpida serpiente y por ello se puso en pie y encaró al joven, diciéndole que debía hablar con él en privado, a lo que es solo chasqueó la lengua y girando sobre sus talones, abandonó la sala seguido por la joven. Caminaron y caminaron durante minutos que parecían horas, hasta que por fin Hermione en la penumbra reconoció el ala del castillo donde vivía su profesor de pociones y dónde organizaba aquellas cenas. Siguieron subiendo escaleras, Granger sentía el fresco de la noche caer sobre ella y su camiseta de manga corta, deseando haber prevenido eso en su ataque de valentía.
Cuando por fin volvió a prestar atención estaba en la torre del astronomía, tan alto que un nudo se le formó en la garganta, más aun cuando vio a Malfoy ponerse en el filo, casi con los pies fuera de la protección del firme suelo, pero él no iba a tirarse esa noche, <<esta noche no- pensó-, mañana puede...>> y por primera vez volteó y la miró fijamente a los ojos, tan fijo que cada parpadeo de la castaña le parecía propio.
-Ahora sí, ¿Qué quieres, Granger?
-Toma- dijo la joven extendiendo un botecito de cristal con un líquido de color púrpura brillante en su interior.
-Si eso es todo, largo- respondió el joven arrebatando rápido el frasco de las manos de Granger.

En el próximo capítulo...
<<Ante su mudo espanto aquellas palabras aun eran horriblemente legibles entre la sangre y los jirones de piel. Y en su mente aquellas palabras resonaban, tomando la voz de muchos de aquellos que las habían utilizado con ella. Sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia, sangre sucia. Cerró los ojos con fuerza.>>

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