viernes, 18 de mayo de 2012

Capítulo 15: Apariencias (Si es que alguna...).


En el capítulo anterior...
<<Placer que incrementó cuando ella se posicionó nuevamente bajo él, cediéndole todo el control para luego decirle en un susurro suave y excitante:
-Tómame de las muñecas.>>

Capítulo 15: Apariencias.

No hay que ser adivino para saber como se sucedieron los acontecimientos; el grito de Hermione despertó a Alex y Tina, lo cuales salieron corriendo a socorrerla, encontrando así una escena difícil de explicar de una manera diferente; Draco Malfoy estaba desnudo sobre Hermione, agarrándola fuertemente de las muñecas de forma que la tenía inmovilizada, su mirada era de confusión, pero principalmente de deseo como bien demostraba su cuerpo. Hermione lloraba mientras gritaba como una loca, debatiéndose desnuda bajo el cuerpo de su agresor, mientras que la cortina de la ducha se enroscaba bajo su cuerpo y el del rubio, ambos mojados por el incesante chorro de agua.
Draco estuvo a unos segundos de estrangular la castaña, pero como bien pensó, aquello solo empeoraría la situación, si es que esta podía empeorar... No solo estaba en libertad vigilada por colaborar con Voldemort y estar implicado en la muerte de Dumblendore, si no que encima ahora lo acusarían de intentar violar a la mejor amiga de Harry Potter... Si la vida era justa era porque se había reservado todo lo malo para el Slytherin, el cual contemplaba la escena como si no fuera con él, aunque por desgracia era imposible desentenderse de ella.

-Señor Malfoy, acompáñeme.
Draco Malfoy, el aludido trago aire con dificultad mientras subía los peldaños que llevaban al despacho de la directora, la cual tenía una cara semejante a que hubiera estado bebiendo vinagre durante horas. Aún no sabía a que debía enfrentarse, aunque cuando vio el rostro de la castaña que lo miraba tras el hombro de McGonagall, temió lo peor... Volver a Azkaban y esta vez sin posibilidad de volver a ver la luz del Sol. Aquello era terrible y todo era culpa de aquella insufrible castaña, voz de pito, sabelotodo, pelo de estropajo, rata de biblioteca,Gryffindor, sangre sucia... Y sobretodo puta. Era increíble, pero bajo esa fachada de buena había una gran zorra esperando por enredarle y mandarlo de cabeza al infierno y lo había conseguido, allí estaba, a medio paso de Azkaban y sabía que en cuanto aquella conversación terminase esa distancia quedaría reducida a cero. Pero bien merecido se lo tenía, porque él, un digno Slytherin no había sido capaz de ver que su adversario había pasado de un gran y patoso león a una hábil y rastrera serpiente.

No es que estuviera triste, no, ni mucho menos, una sensación similar al triunfo corría por sus venas llenándola de vitalidad, pero había una parte de ella que sentía unos remordimientos terribles, se había pasado y de una manera inimaginable; si había una línea que marcara el punto dónde termina una revancha y comienza una putada inimaginable, ella había pasado por encima tres veces, luego había escupido la línea, le había prendido fuego y bailado sobre sus cenizas... Y aún así esta descripción le quedaba corta. Aunque como consuelo le quedaba que dentro de lo posible había suavizado la situación, porque a fin de cuentas lo que ella quería era darle un susto al rubio, no que McGonagall lo castrara de forma horrible para luego alimentar con sus partes a su gato Midnight. No, esa no era su intención, como tampoco lo era que aquella venganza le gustara tanto, no solo como venganza y como victoria, si no como lo que era, una venganza ardiente basada en el deseo de la carne, un deseo que ahora la consumía por dentro... ¿Pero quién no se sentiría así cuando en menos de veinticuatro horas había visto y sentido a Draco Malfoy desnudo sobre ella dos veces? Dudaba que hubiera alguna mujer en el mundo que no cediera ante sus impulsos con un hombre como Draco, porque aunque su arrogancia y estupidez no conocían límites, su sexaplee y hombría tampoco... Y eso la llevaba a lo peor, no se sentía culpable de pensar algo así mientras su novio Ron seguramente estaba pensando en ella. Era un ser horrible y no sabía desde cuando... Y lo peor, se sentía bien.

-Señor Malfoy, debe usted tener más cuidado la próxima vez-. Dijo la directora agotada, arrebujada en su bata de cuadros escoceses.
-¿Perdone?- Draco no entendía nada.
-Señor Malfoy, la próxima vez que desee darse una ducha compruebe que su compañera no está dentro, así ella se ahorraría semejante disgusto y yo no tendría que levantarme a estas horas para reprenderlo. Esas cosas se llaman convivencia- sentenció cansada la directora.
Draco asintió con la boca abierta sin saber bien que decir; había entrado en aquel despacho imaginándose a una indignada directora que había confiado en él para cuidar de Granger y luego había intentado violarla y ahora estaba ahí sentado con cara de idiota alelado mirando como la directora le hablaba de llamar a las puertas. Aquello era de locos y solo había una explicación, la castaña se había arrepentido. Debía sentirse agradecido, reír por el poco valor de su compañera o llorar de alegría por no verse otra vez en Azkaban. No sabía bien por cual sensación decantarse, así que simplemente puso cara de adormilado y salió agradeciendo a la directora por su tiempo y prometiendo mirar antes de entrar a ducharse. Aquello definitivamente volvía a ser Hogwarts, un lugar de locos. Pero antes de que pudiera poner un pie fuera de la escalera una voz le detuvo, una voz que creía no volver a escuchar y todo por su culpa, pero era esa voz que recordaba desde hacía años.
-Joven Malfoy, no se vaya aún- habló el retrato de Albus Dumblendore.
El rubio contuvo el aliento y miró el rostro de su acompañante, la directora McGonagall el buscan de algún signo de que había perdido el juicio, sin embargo solo pudo ver como esta se hacía a un lado permitiéndole el paso nuevamente hacía el despacho.
-Los dejo solos, buenas noches; no tarde en regresar a su dormitorio, señor Malfoy.
-Tranquila Minerva, solo serán unos minutos; buenas noches- se despidió el cuadro de su mejor amiga.
Sabía perfectamente que lo que iba a hacer era una tontería, que aquello no arreglaría nada, ya nada de aquello tenía solución, porque como bien sabía, las palabras se las lleva el viento y más, si llegan con más de un año de atraso...
-Lo siento.
-Tranquilo, señor Malfoy, usted no hizo nada mal, mi plan salió como yo predije... de la “A” a la “Z”... Todo ocurrió como debía y todo gracias a usted... Pero comencemos con el motivo que nos atañe...- dijo antes de seguir-. Sigue usted siendo el mismo, aunque me parece que es más fachada que realidad-. Aquellas simples palabras dejaron al Slytherin con la boca abierta de par en par-. Por ello quisiera pedirle como solo le he pedido a una persona que volviera a ponerse el sombrero seleccionador.
-¿¡Cómo!?
-Tranquilo joven Malfoy, tranquilo- musitó el retrato ante la confusión del joven-. No es que quiera cambiarlo de casa, ni mucho menos, pero creo que necesita ver cuánto ha cambiado en estos últimos años, le hará bien.
Draco miró el retrato con una mueca algo difícil de descifrar, pero lo cierto es que sabía que había cambiado, cómo negarlo. Desde el primer día que puso un pie en Hogwarts tras saber que debía asesinar a Albus Dumblendore sintió como algo dentro de él cambiaba, un algo que desde entonces se había ido apoderando de él y que en ocasiones le oprimía el pecho y le quitaba el sueño.
-Está bien-. Fue lo último que dijo antes de encasquetarse el ajado sombrero sobre su cabeza.

En el próximo capítulo...
<<-La danza sirve para sacar a fuera vuestros sentimientos, todos tenemos sentimientos, por eso todos somos capaces de bailar.>>

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